35.000.000 SOLDADOS EN EE.UU.

Un País que  Necesita de la Guerra para que su Economía Funcione

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

  • PARIS (De nuestro enviado especial).- El presidente Truman no se ha caracterizado nunca por un particular sentido del humor trágico que en Chaplin alcanzara tan alta expresión.  Sin embargo, las circunstancias han empujado a ese hombre de Estado ha incurrir en ironías involuntarias. En su último mensaje al Congreso, Truman advirtió que en el último año se habían realizado “reales progresos en el camino de la paz”.  Las pruebas que inmediatamente aportó para fundar esa idílica premisa revelan que el señor Truman pasa por alto el importante hecho de que en el mundo actual el 50% de la población civilizada  sabe leer.

Las cifras del rearme

Después de difundir la citada y edificante frase sobre la paz, el Presidente de los Estados Unidos agregó: “Durante el pasado año nosotros incorporamos más de 1.000.000 de hombres y de mujeres a nuestras fuerzas armadas.  El total es ahora de 3.500.000.  Hemos hecho rápidos progresos en el terreno de las armas atómicas.  Hemos  destinado 16.000.000.000 de dólares para aprovisionamientos militares y equipos, tres veces más que el año anterior… Estamos ahora en el segundo año de un programa de tres años, durante el cual doblaremos nuestra producción de aluminio, incrementaremos nuestro poder eléctrico en un 40% y desarrollaremos nuestra capacidad de producción de acero en un 15%”.

Ante estas cifras, que demuestran el ascenso de una carrera de armamentos sin precedentes en épocas de “paz”, el periodo aislacionista tradicional de Estados Unidos, durante el cual el ejército permanente no pasaba de 150.000 hombres, parece hundido en el pasado.  El conjunto de la economía norteamericana está dirigido hacia la producción de guerra y constituye sin duda el primer factor de la inflación mundial que desequilibra todas las economías nacionales.  Es un axioma que la reducción de la economía civil, como tractores, camiones, automóviles, etc., eleva automáticamente sus precios en el mercado mundial  y deprecia el valor de compra de cualquier moneda, ya sea el peso argentino o la rupia hindú, para adquirir indispensables elementos en el desarrollo de sus respectivas economías de paz.

La evolución de Estados Unidos a una plena máquina de guerra es, en realidad, una bomba de succión del valor de compra de todas las monedas.  Esta carrera conduce inexorablemente a una catástrofe, ya sea de carácter bélico o financiero.

         El monopolista filántropo

            El señor Charles Wilson empezó como chico de los mandados en la General Electric, pero llegó a la presidencia de la empresa.  Ahora es un alto funcionario del gobierno, encargado de la oficina de  movilización para la defensa, con un sueldo de un dólar por año. Se trata, como se ve, de un monopolista desinteresado.  Pero como en realidad la oficina del Mr. Wilson libra órdenes de compra a las empresas de la que Wilson forma parte, no saldrá perjudicado al ocupar su tiempo a la patriótica tarea.

El señor Wilson ha declarado en su mensaje a la Casa Blanca que en el último año se habían destinado 1.500.000.000 de dólares al desarrollo de la energía atómica.  Comentando estos progresos, Truman dijo al Congreso que esta “capacidad económica y productiva de Estados Unidos era la cosa más asombrosa”.  Lo que resulta asombroso es comprobar que mientras se preparaba para la guerra, Hitler no hablaba al mismo tiempo de la paz.  Pero para Truman la historia comienza cuando él llega.

Cuando Henry Wallace escribió en la última guerra su libro “Sesenta millones de empleos” no suponía que su utopía progresista se encontraría confirmada no por la armonía de una democracia clásica, sino por el salto hacia la tercera guerra mundial.  Truman acaba de anunciar que en este momento “hay 61 millones de personas con trabajo”.  Trágico testimonio de una nación que necesita de la guerra para que su economía funcione.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del viernes 1º de febrero de 1952 (Pág. 1)

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