EL REARME SE CIERNE SOBRE FRANCIA

EL REARME SE CIERNE SOBRE FRANCIA

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS-  En la margen derecha del Sena vive una parte de la población de Paris. Es un sector numérico ínfimo, pero periodistas complacientes con el brillo de otras épocas se refieren a él como al “tout París” (el París de los noticiarios, del turismo con dólares, de los grandes modistos… es el París de la gran burguesía).  Más al norte, hacia la derecha, están los barrios obreros, que circundan la ciudad con su famoso “cinturón rojo”.  Este otro París desciende directamente de los “sans coulotte” de la Revolución jacobina, e la revolución de 1848 y de la fulgurante comuna de 1871.  Ya no hay desfile de la moda aquí y las mujeres llevan de la mano niños mal vestidos, no perros de lujos como en los barrios elegantes. Pasado el periodo de “mercado negro” que existió en la posguerra, el pueblo francés disfruta de apetitosas visiones detrás de los escaparates de comestibles.  En los comercios de artículos alimenticios hay de todo.  Conservas del Cantábrico, langosta de Chile, finísimos jamones, carnes de la mejor calidad, los célebres vinos franceses, las frutas más exquisitas que vienen del  África del Norte, las legumbres del día.  Sólo hace falta tener dinero para pagarlo.

            Dulce Francia

            La seducción que Francia he ejercido sobre el resto del mundo no se encuentra reflejada solamente en los cuentos de Moupassant, sino en las notable cifras del turismo extranjero que pisa anualmente su suelo.  Aunque este encanto no ha disminuido – París continúa siendo el eje espiritual de Europa- la quiebra de su economía tradicional ha originado un descenso de su nivel de vida que los turistas ricos no advierten.  Los cabarets  de París continúan abiertos, las luces nocturnas de la ciudad danzan en el Sena y la champaña corre en las fiestas de Aga Khan.  El reverso es menos alegre.   La gran masa de la clase obrera francesa y una gran porción de la pequeña  burguesía arruinada por la caída del franco ha debido amputar su cuota de alimentación.  Liquidar sus reservas domésticas y afrontar una violenta lucha sindical por su sobrevivencia.  Algunas cifras pueden ilustrar esta situación: el salario medio de un obrero francés es de 23.000 francos mensuales.  Estadísticas recientes han demostrado que cada francés medio consume un promedio de 125 gramos por día.  El consumo de grasas y productos derivados de conservas expresa la tendencia actual de la población francesa a contraer enfermedades hepáticas.  Si se considera que el kilo de pan blanco cuesta actualmente 85 francos, el litro de leche 54 francos, la manteca 800 francos el kilo, el litro de aceite 400 francos, la docena de huevos 300 francos, el kilo de carne 700 francos y la docena de naranjas 360 francos, puede advertirse el magno económico de la población trabajadora.   A esto debe agregarse que la nueva generación obrera ni aun de la clase media puede encontrar alojamientos a precios razonables.  Miles de personas se ven obligadas a vivir en hoteles modestos por la tremenda crisis de la vivienda.  Los precios de todos los artículos, incluido el precio del agua, suben a saltos todos los días. El movimiento de ascenso de los salarios no llega a completar este circuito angustioso, pues siempre los salarios quedan por debajo de la carestía.  En París un viaje en subterráneo, que es virtualmente el único medio de transporte urbano y suburbano, cuesta 30 francos el boleto por viaje.  También hay carnet de varios boletos que permiten viajar por 20 francos.  Una llamada por teléfono cuesta 30 francos, lo mismo que cuesta un café negro en un modesto bar de algún barrio.

            El Estado como patrón

        El Estado francés se hizo cargo de ciertos servicios públicos cuando los antiguos capitales ya no tenían interés  económico en la explotación.  Este hecho, lo mismo que la general agremiación de los funcionarios en las reparticiones oficiales ha provocado intensas luchas de carácter sindical.  El gobierno se ha visto impotente para enfrentar a millones de funcionarios y de trabajadores del magisterio o la industria, movilizados en demandas de mejoras.  Tomado en su conjunto, el problema de la economía francesa, muy difícil en 1939, se ha tornado crítico en 1952.  El programa de rearme abrirá un abismo más profundo.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Sábado 2 de febrero de 1952 (Pág. 1)

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