Sir Alexander CADOGAN

                                                                                                       

De frente y De PERFIL

Visto por MAMBRU

ES evidentemente caballero del imperio británico.  Nació en 1884  y su prudencia aborigen terminó de modelarse en Etton y en Oxford. Una vocación tempranamente despierta lo llevo a la diplomacia británica, la más vieja  y experta del mundo. En 1909, Cadogan estaba en Constantinopla. El sultanato dormía sus últimos minutos.  Mientas el despotismo asiático iba hacia el abismo, el joven agregado estudiaba la política turca  y advertía cierta inquietud  en los círculos jóvenes del ejercito. En el Foreing Office, en 1912 y 1914, Cadogan aprendió a generalizar su primera experiencia. En 1919 era el primer secretario, y consejero en 1928. Ya entonces sus trabajos en La Liga de Las Naciones  y en la disputa manchuriana, lo exponían a la curiosidad periodística. Pero el era de un temple absolutamente británico.  Desdeñaba la publicidad; era un artista del compromiso. La crisis lo llevo a china en 1934, donde fue embajador en 1936.  Pero el no era un figurón. Había bebido en sus orígenes la tradición diplomática del imperio.  No estaba expuesto al régimen alternativo de los partidos. El era, en su más perfecta encarnación, el tipo de funcionario permanente que modula la política de una nación antigua sin que esta política vacile por las contingencias parlamentarias. En 1938 dirigió los servicios del Foreing Office y hasta 1946 fue el subsecretario permanente de ese ministerio. El gran Guignol de las Naciones Unidas lo llevo como representante británico a participar de los diálogos ásperos que preceden  a las soluciones inaplazables.  Allí permanece, codo a codo con sus colegas norteamericanos, que no terminan de aprender a su lado como se maneja un imperio. ¿O no será más bien que los tiempos están revueltos y que la impotencia diplomática norteamericana expresa tan solo que un imperio ya no puede manejarse de ninguna manera?

Artículo publicado en el Diario El Laborista

  Edición del   1º de abril de 1953 (Pág. 07)

También te podría gustar...