IRAK, ÚLTIMO BASTION

Caen los Pilares Tradicionales del Imperio Británico en Extremo Oriente

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS. —El imperio británico disponía en Medio Oriente de tres instrumentos principales: el rey Abdullah de Jordania, el petróleo persa y las tropas en Egipto. Muchos ministros y grandes visires  estaban comprometidos en gran juego de Londres. Los émulos y antecesores de Lawrence de Arabia tejieron una red sutil.

El imperio estaba bien asentado También creyó Julio César cuándo venció a los galos y fundó París que su poder triunfaría sobre el tiempo. Tres o cuatro piedras recuerdan en Francia el paso fugaz de los romanos.  Parece dudoso que algún vestigio quede en Medio Oriente de la dominación británica.

El  rey Abdullah fué asesinado por un fanático, otro ‘fanático” expulsó a los ingleses del petróleo persa y muchedumbres igualmente fanatizadas pugnan por arrojar a las tropas de Elizabeth del Valle del Nilo. Parece evidente que la palabra “fanatismo” es bastante servicial, aunque no aclara mucho el problema. Lo cierto es que la disociación multinacional realizada por los Políticos británicos en Medio Oriente (a semejanza de América latina) para dominar por separado a pequeños países, amenaza desaparecer en el aluvión del movimiento nacional erguido desde la última guerra mundial.

Naturalmente, por ahora se trata de simples intentos, meramente sintomáticos, pero inconfundibles. El propósito de constituir la “Gran Siria” reuniendo en un solo estado a Siria, Líbano, Jordania y Arabia Saudita, lo mismo que las tentativas de Egipto de agregar a su territorio la zona del Sudán, y la política de acercamiento general de la Liga Árabe, obedecen en su más amplio sentido a la necesidad de unir en una federación de  estados a las naciones árabes y  de consumar de este modo una de las tareas de su revolución nacional inconclusa. La participación impetuosa de las masas trabajadoras en la lucha nacional sobre todo en Egipto y en Irán paralizaron de terror a las clases dominantes, que a semejanza del partido de Ghandi temían más a la clase obrera que al imperialismo británico.

• Gran Bretaña se apoyara en el Irak

En los otros estados de Medio Oriente, las maniobras para romper los lazos con el imperialismo permanecen bajo el control de camarillas selectas, como en el caso de Siria, donde el coronel Chichakly, experto en golpes de estado, busca acercar a Jordania o Líbano y Arabia Saudita para formar un bloque único en el Interior de la Liga Árabe y en sus relaciones con Gran Bretaña.

  La destrucción de sus pilares, tradicionales en el Próximo Oriente ha obligado al Foreign Office a buscar a otros nuevos.  Jordania, con la desaparición del rey Abdullah, no cuenta por ahora en la lista de los “amigos fieles” del Imperio. El nuevo monarca quiere ser independiente. Los antiguos cortesanos de Abdullah conspiran en la emigración de Bagdad, en Irak, para recobrar el poder y reintegrar a Jordania en el núcleo de los países amigos de Inglaterra.

La política de Mossadegh en Irán y la pérdida del petróleo persa ha sido otro rudo golpe para Londres.  Ahora intenta explotar los yacimientos de Irak cuyos gobernantes son más flexibles y sólo desean el 50 % de las ganancias, sin otras pretensiones de Soberanía. El primer ministro del Irak, Noury pacha Said, ha visitado la capital británica, donde permaneció una larga temporada, para conversar con los expertos y proporcionar al Imperio las seguridades de su adhesión. No es improcedente recordar, por un lado, que  Irak se encuentra rodeada de los otros países árabes, en el corazón del Próximo Oriente y, por otra parte, que la Arabia Saudita está bajo la influencia norteamericana, que encuentra en Ibn Salid un monarca “progresista:” y complaciente. En esta maraña de contradicciones, lucha de intereses internacionales y complots políticos, los países árabes van lentamente separando su destino de las viejas potencias imperialistas.

Articulo publicado en el Diario Democracia

Edición del viernes 25 de julio de 1952 (Pág. 1)

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