LA AGONIA DEL COLONIALISMO

El Estallido de Túnez Es Síntoma de un Advenimiento Irresistible

Por Victor Almagro

PARIS- Túnez fue uno de los principales graneros y viñedos del Imperio Romano.  Los imperialistas modernos conocían historia y esa razón (entre otras) indujo a Francia en 1880 a extender su dominio colonial en el norte de África. En ese periodo los economistas de la III República esperaban que la fertilidad de las tierras tunecinas y los sistemas posesorios locales, harían accesibles las posibilidades de fundar una gran industria vitivinícola.

            Aunque los franceses no eran partidarios en su política colonial  del control “indirecto”, a la manera británica,  se vieron obligados a adoptar este sistema por la resistencia indígena.  Al mismo tiempo que Francia llegaba a un acuerdo  con el Bey de Túnez y otros jerarcas feudales sobre los problemas políticos, abría las puertas a la expansión de grandes compañías privadas, acaparadoras de tierras.  Una sola de estas empresas – la Compañía Enfida-, llego a poseer más de 81.000 hectáreas, constituyendo su explotación agraria un modelo de parasitismo terrateniente.  Dicha compañía arrendaba sus tierras a campesinos indígenas, les entregaba una pequeña parte de la producción y se reservaba el mayor volumen, con lo que realizaba grandes ganancias.  Los accionistas no necesitaban moverse de sus residencias suntuosas en los Campos Eliseos en Paris para controlar la riqueza vinícola de Túnez.

            Ya en 1914 se habían formado varias compañías de este tipo, cuyo número de socios no pasaba de 100 personas y sus propiedades abarcaban más de 810.000 hectáreas.  Todas las tentativas de introducir grupos de colonizadores franceses fracasaron: las grandes empresas ya tenían el control de la mayor parte del terreno productivo.

            Túnez también es África

            El fin de la primera guerra mundial trajo la victoria de los aliados; esto afirman los Tratados de Versalles.  En realidad, el resultado más importante de la primera catástrofe fue el de señalar la decadencia mundial de Gran Bretaña y la agonía de la influencia europea en Francia.  En esa época se produjeron numerosos movimientos de independencia nacional en los países árabes, la mayor parte de los cuales fueron neutralizados, y las primeras chispas de rebelión en Túnez.

            Pero esta represión de la insurgencia nacionalista en el Norte de África, en Asia, o en  Medio Oriente ya tenía para el imperialismo un carácter defensivo. La segunda guerra mundial debía asestar a vencedores y vencidos un golpe de gracia en el corazón de sus imperios.  Sería ocioso enumerar las colonias transformadas hoy en semi-colonias, o los países dependientes trocados en naciones más o menos soberanas.  Este proceso de liberación asestó golpes mortales al equilibrio económico del imperialismo y el estallido sangriento de Túnez no es más un síntoma amenazador de un advenimiento irresistible.

        Nueva vida en Medio Oriente

            La capital de Túnez tiene 250.000 habitantes, casi la décima parte de la población del Protectorado y su intenso comercio, sobre todo con Francia e Italia, proporciona trabajo a importantes núcleos artesanales, excluidos de la vida política y de todo desarrollo industrial.  La política religiosa de los “jóvenes tunecinos” ya pertenece en cierta medida al pasado.  El stalinismo por una parte, el partido del Neo-Destur y otras corrientes nacionalistas del norte de África actúan hoy en la escena de Túnez.  Los stalinistas intentan, como en todas partes, utilizar ese movimiento en el servicio del Kremlin.  Pero las masas son más revolucionarias que ellos y los trascienden.  Las últimas batallas sangrientas en Túnez anuncian no solo la crisis del imperialismo, sino, una nueva vida para los pueblos sumergidos.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Miércoles 30 de Enero de 1952 (Pág. 1)

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