LAS ELECCIONES EN EE.UU.

Los Yanquis Sacan sus Trapitos al Sol… pero en Tiempo Nublado

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS. -En su calidad de órgano defensor del  imperio francés tradicional y por consiguiente ”neutralista”, el diario “Le Monde” sigue con sostenida atención las incidencias de la campaña electoral norteamericana. “Le Monde” aparenta inquietarse por los denuestos recíprocos que se dirigen los candidatos presidenciales. En el fondo puede advertirse una sonrisa velada, ese aire de superioridad europea que los franceses no pierden nunca y que esta vez dirigen halla sus pesados protectores del otro lado del Atlántico. Corno el mismo Truman lo había anunciado con la sutileza que le es habitual, el presidente de Estados Unidos intervino en la campaña electoral lanzando “tomates podridos”.

 La expresión le pertenece por entero y Truman ha cumplido su promesa. Los tomates del presidente salpican a los dos partidos y los europeos, lo mismo que la opinión pública mundial, asisten  en estos momentos a un duelo verbal que no se aconseja a las personas en edad escolar. El contraste entre los manuales de Instrucción Cívica y la realidad que difunden en Estados Unidos la radio y la televisión es bastante fuerte. Pero lo que interesa destacar hoy es la repercusión que esta batalla de insultos tiene en Europa. Como lo observa el cotidiano francés, en otros tiempos los excesos oratorios de las campañas presidenciales tenían un interés puramente local. Estados Unidos no jugaba ningún rol mundial y por consiguiente las intemperancias de los candidatos sólo tenían importancia doméstica. Para bien o para mal, las circunstancias han cambiado y las amenazas, profecías, advertencias o desplantes de los candidatos presidenciales poseen una gravitación internacional. Estados Unidos no se encuentra solo; sus aliados escuchan; sus adversarios también. La confianza y el prestigio político poseen tanto valor en la alianza occidental como las armas atómicas. Probablemente más. El espectáculo actual de las elecciones norteamericanas aflige a los aliados europeos. El ex comandante del ejército europeo, Eisenhower, acusa al presidente Truman de haber permitido a los rusos desatar el bloqueo de Berlín. Truman contraataca afirmando que el general no tomó las medidas indispensables. Al mismo tiempo olvida que él mantuvo A Eisenhower en su puesto y  aún más, facilitó su carrera.  Sobre el asunto de Corea la confusión no es menos singular. Intentando lavarse las manos, Eisenhower insiste que sólo dio un consejo técnico afirmando que Corea era indefendible… pero al día siguiente reprocha a Acheson no haber incluido Corea en el perímetro de la defensa asiática. Si pasamos por alto la multitud de hechos e ideas contradictorias que los candidatos se lanzan diariamente por la cabeza (Truman lo hace por Stevenson) permanece la circunstancia que más interesa a los europeos: la potencia rectora del bloque Occidental decide su política extranjera, que puede arrastrar a la catástrofe al mundo entero, en medio de un clima pasional, incierto y corrompido. Las finanzas de Wall Street intervienen cínicamente en los debates políticos, alimentan las cajas de los partidos y designan candidatos. Cualquier funcionario, civil o militar, formula continuamente declaraciones cuya peligrosidad diplomática hiela la sangre a los europeos. Arrastrados al juego a pesar suyo, los europeos, cuya más alta expresión consciente es “Le Monde”, juzgan la política norteamericana con un sentimiento en el que se mezclan el temor, el desprecio y la sospecha de la fatalidad.

Artículo publicado en el diario Democracia

Edición del Lunes 20 de Octubre de 1952 Pág. 1

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