EL TIO SAM COBRA MUY CARO

Gran Bretaña no Probará en la Unión su “Juguete Infernal”

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS. (Especial).- La escena contemporánea se integra con actos de drama y comedia.  En circunstancias que el profesor Joliot-Curie, físico de tendencia stalinista y agraciado con el premio Stalin de la Paz ha sido incluido como héroe de teatro en una obra representada en Moscú bajo el título de “Ciudadano de Francia”.  Gran Bretaña hace saber que no realizara sus experimentos en tierra norteamericana.  Si los stalinistas no tienen sentido de la medida- para ellos la política puede ser introducida en el teatro y el teatro puede asimilarse a la política-, los actuales aliados de Occidente tampoco poseen un sentido común accesible a todo el mundo.  Unidos en la paz y en la guerra, en la lengua y en los préstamos financieros, en la ambición imperial y en la glorificación del espíritu anglo-sajón,  Estados Unidos y Gran Bretaña no parecen estar demasiado unidos cunado se habla de la energía atómica.  Extraño asunto.

Bombas si, secretos no

Lanzados a la terrible aventura del rearme, que implica para todos los países interesados la adopción de un chaleco de fuerza capaz de estrangular cualquier economía, ambas naciones han tomado la delantera en la aplicación militar de la energía atómica.  De unos ligeros apuntes realizados por Planck y Einstein en el puño de su camisa sobre la naturaleza de la materia, los técnicos anglo-sajones han derivado hacia la fabricación de la famosa bomba.  Pero la hazaña industrial, a pesar de su ingrato objetivo, no estaba concluida.  Era preciso sobrepasar los límites de toda imaginación, inventando bombas más destructivas, aparatos más devastadores y mecanismos más perfectos. El hidrógeno, que bebíamos ayer en nuestro inocente vaso, apareció de pronto como el germen de un cataclismo tan amplio, que los políticos interesados se frotan las manos.  La carrera renovó su impulso y los sabios ingleses – y hasta los suizos, ocupados hasta hoy en fabricar cajitas de música-, se consagraron a remontar sus propios caminos para equiparar sus conocimientos y resultados al de sus hermanos yanquis.  Según se ha informado, Gran Bretaña ya tiene su propio juguete infernal.  Pero se teme que las islas, batidas por la niebla y la estrechez, no sean un campo propicio para el ensayo.  Quizá a los sabios se les haya ido un poco la mano y los castillos medievales de la vieja England salten por los aires, consumando a la vez la gloria científica británica y la desaparición de un país.

Ante esa perspectiva inquietante, se estudio la posibilidad de hacer estallar la bomba en suelo norteamericano.  ¡Los yanquis son tan amplios y generosos! Escucharon el pedido con placer. Después trazaron algunos números en un papel, inclinaron el oído hacia algunos abogados oportunos y respondieron que estaban dispuestos a otorgar todo el terreno necesario, pero… que era preciso en dicho acto proporcionar todas las informaciones científicas, lo mismo que los adelantos realizados por los sabios británicos en la materia.  En otras palabras, ofrecían  el local, pero había que  pagar en moneda técnica. ¡Ante todo, soltar el secreto!

¡Eso si que no!

La tradicional sangre fría británica que perdió su temperatura habitual.  El prudente Ulises- en este caso Lord Cherwell, jefe atómico inglés-, contesto a las propuestas norteamericanas con un exquisito estilo, digno de los mejores antecedentes de la diplomacia imperial. En su calidad de asesor de Churchill, Lord Cherwell, anunció brevemente que Gran Bretaña “tenia interés en proseguir sus trabajos sin  utilizar las instalaciones norteamericanas”.  He aquí un epílogo de un dialogo entre aliados. ¿Qué podrá esperarse de una conversación  entre potencias hostiles?

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Miércoles 27 de febrero de 1952 (Pág. 1)

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