Rusia y el derrumbe del Stalinismo. Algunas reflexiones acerca de la disolución de la URSS

Por Abelardo Ramos*

El mundo entero se pregunta estupefacto qué es lo que ha ocurrido y qué es lo que ocurrirá en la Unión Soviética. ¿Podría formular Ud. Algunas consideraciones sobre el tema?


Jorge Abelardo Ramos: No resulta sencillo responder en pocas palabras, como parece serlo para la prensa Norteamericana y la Europa capitalista en general, esclarecer un tema tan complejo. Decía Trotsky, poco antes de ser asesinado por un agente de Stalin en 1940, que si la guerra en ese momento en curso, la segunda guerra imperialista, no terminaba con el triunfo de la revolución mundial, había que revisar a fondo todos los presupuestos del socialismo. Según Trotsky, de ocurrir ese hecho, debería considerarse, quizás, que la historia había probado la incapacidad de la clase obrera para tomar el poder y transformar a la sociedad en su conjunto. “En ese caso – decía Trotsky – la tradición teórica del marxismo, que había encontrado su forma de realización en la revolución de Octubre de 1917, debía ser sometida a un análisis completo. De algún modo se buscaría otro camino para resolver los grandes problemas sociales y económicos de la humanidad.

¿En otras palabras, el hundimiento de la sociedad soviética es también la prueba del fracaso del socialismo como concepción de una nueva estructura económica y política?


No vayamos más rápido que los acontecimientos. Según es sabido, la profunda noche que sumió a los pueblos de la Unión Soviética la dictadura burocrática del stalinismo, no se redujo al satanismo personal de Stalin. En realidad reflejó toda una capa social, la famosa “Nomenklatura” que abarcó, según los estudios realizados, alrededor de 4 a 5 millones de personas. La noche del stalinismo, que ha concluido, según los publicistas y del así llamado “mundo occidental”, significa, lisa y llanamente, de acuerdo a tales esclarecidos sociólogos, el término, la conclusión o el fracaso del socialismo. Por el contrario -afirman los mismos publicistas- se habría demostrado la bondad de la democracia en Europa y en los Estados Unidos. Sería evidente el triunfo incontestable del régimen capitalista. Este aparecería como el único régimen o sistema económico y social, capaz de satisfacer los requerimientos del mundo actual. Al mismo tiempo, la prensa occidental y parte de la prensa soviética, sostiene la necesidad de volver a la economía de mercado, de restaurar el régimen de la propiedad privada, en particular de los campesinos, de solicitar prestamos a Occidente y de marchar hacia una economía de alto nivel de consumo general. De no hacerse esto se predice en los medios “habitualmente bien informados”, se va a cernir sobre la ex Unión Soviética una catástrofe económica de caracteres colosales.

¿Es que Ud. descree de los mecanismos del mercado?


Por el contrario, el mercado ejerce un control que permite medir los flujos productivos y establecer precios adecuados a condición de que los delincuentes propios de toda sociedad (planificada o capitalista) sean controlados o eliminados por la sociedad mediante el Estado. En el caso de Rusia, Lenin procuró, desde 1922, someter a la economía semi estatal y semi cooperativa nacida después de 1917, al control del mercado. Entregó la tierra a los campesinos, medida categóricamente burguesa, similar a la Reforma agraria de la Revolución Francesa de 1789, y otorgó al capital extranjero decenas de concesiones para explotar el petróleo de Baku, las empresas eléctricas y parte de la gran industria pesada. El fundador del Estado soviético calificaba a los burócratas del Partido Bolchevique, que pretendían dirigir la economía son saber hacerlo, como “burócratas grandes rusos” y “gendarmes zaristas”. A su política de abrir la economía soviética a grupos capitalistas extranjeros y de estimular la productividad del campesino a fin de crear excedentes de granos, Lenin la designó como NEP (Nueva Política Económica). Simultáneamente emprendió una ofensiva contra el Secretario General del partido, el georgiano Stalin, al que acusó de llevar adelante una política “rusificadora” mas o menos del mismo signo que la que insinúa actualmente Boris Yeltsin en relación con las nacionalidades “alógenas” a las que trata con aires del antiguo imperio (no el stalinista sino el zarista).

¿ De acuerdo a su punto de vista, además de la cuestión agraria, sería la cuestión nacional el otro gran tema del pasado y del presente en la ex URSS?


Desde ya. Es el meollo del problema. Desde los tiempos de San Cirilo y la cristianización de los eslavos. Aquel ducado que se fue constituyendo alrededor de Moscú se expandió con los Romanoff durante diez siglos. Llego a formar un imperio colosal que mantuvo bajo su yugo a mas de sesenta nacionalidades que hablaban cerca de cien lenguas. La “rusificación” consistió en suprimir los derechos políticos de tales pueblos, sofocar la cultura de las repúblicas y forzar la inserción de grupos rusos en las nacionalidades oprimidas. Salvo el breve interregno del gobierno de Lenin, que solo duró cuatro o cinco años, a los mil años de imperio ruso sucedieron casi tres cuartos de siglo de “rusificación stalinista”, con otro color de bandera, otro sistema productivo, sin la OKRANA pero con la KGB. (1) ¿Quién podría dudar que el estallido de la Unión Soviética no era la definitiva rebelión de los pueblos esclavizados por zaristas y burócratas stalinistas durante once siglos, que han encontrado al fin la oportunidad de proclamar su independencia nacional?. Estos desconocidos tártaros que hoy exigen a los ucranianos la devolución de Crimea (mientras que Ucrania, con mucho ardor nacionalista, rechaza el nacionalismo de los tártaros, en tanto defiende su independencia frente a la República Rusa) aquello turcomanos, khirgises o armenios, así hasta el infinito, estaban demostrando que no amenazaba al siglo XIX “el fantasma del comunismo” como escribía el joven Marx, sino el fantasma del nacionalismo, o sea el despertar de las nacionalidades. También a lo largo de este siglo XX está en discusión el derecho de las naciones a separarse de los imperios multinacionales, como en la URSS (dejando el contenido social a un lado, por ahora) y unirse en Estado Nacional o Confederación de pueblos, en aquellos casos en que los grandes imperios se benefician de su desunión: América Latina es un ejemplo y el Oriente Árabe es otro. De tal suerte que los acontecimientos de la URSS de algún modo pueden hacer pensar en la historia de los latinoamericanos y del tercer mundo. Aunque pensándolo bien ya no hay Tercer Mundo. Hay un mundo “avanzado” en que se incluyen el Occidente capitalista y también los países del Este que han sido victimas del stalinismo y que nunca conocieron al socialismo. El otro mundo, es el de los coloniales y de los semi-coloniales que aún no han encontrado el camino para formular su propio destino. Observe la indiferencia y a veces hasta el desprecio que muestran hacia el Tercer Mundo no solo los occidentales sino también notorias personalidades soviéticas. Algunos de ellos señalan la necesidad de poner termino a la ayuda y colaboración económica de la Unión Soviética con Cuba y otros países díscolos. En fin, todo esto indica la necesidad de un reexamen profundo de la historia y la actualidad de la Unión Soviética.

A su juicio ¿Por donde debería comenzar ese examen?


Dicen los psicólogos que para comprender a un adulto o sus problemas es necesario hacer un viaje a la infancia y encontrar ahí algunas claves de su problemática futura. En relación a las sociedades, en mi opinión es preciso, casi siempre, historizar de algún modo su presente pues las raíces de los hechos que ocurren ahora, en este caso me refiero a la Unión Soviética, es necesario buscarla en su origen, en 1917, y desde cierto punto de vista, aún antes. Sería preciso saber porque triunfó la revolución de 1917 sobre el imperio zarista de los Romanoff.

De sus palabras podría desprenderse la idea de que hay una conexión bastante íntima entre lo que podríamos llamar la disolución del Imperio Soviético, la previa Perestroika, el stalinismo, el período de Lenin y al parecer toda la historia rusa.


Exacto.

A su juicio, la formidable crisis que conmueve a la Unión Soviética y que, de algún modo, afecta al mundo entero, significa el fracaso del socialismo?


Es bastante curioso que en la llamada era Informática, donde las comunicaciones y los sistemas de computación han permitido a la sociedad moderna acumular formidables masas de información, que pueden ser incorporadas al conocimiento humano tan solo con el pequeño esfuerzo de oprimir un botón, la ignorancia alrededor de los problemas esenciales haya tenido una expansión equivalente. La humanidad llamada civilizada, la parte de la humanidad que se llama a si misma civilizada, no constituida precisamente por las tres cuartas partes del género humano que habitan en el Tercer Mundo, se encuentra como abrumada. Una sombría perplejidad se ha apoderado de ella. El llamado capitalismo triunfante, enceguecido de alegría ante el fracaso de la sociedad soviética, padece al mismo tiempo -cosa verdaderamente sugerente- de una confusión de ideas, de una incertidumbre que se mezcla incesantemente con el temor a lo desconocido. Esto nos permite entender muy bien porque un norteamericano de origen japonés haya podido escribir, sin saber en definitiva que se proponía demostrar, un ensayo titulado “El fin de la historia”. Mas trágico resulta todavía el espectáculo de la pequeña burguesía ilustrada del Tercer Mundo. Es una fiel copia de las clases medias que han engordado en el Occidente capitalista y cuyo narcisismo político e individualismo burgués está legitimado por el fabuloso desenvolvimiento de las fuerzas productivas en el mundo capitalista. Pero este no es el caso del pequeño burgués, mas o menos intelectual, de las colonias y las semicolonias. Es este último justamente el que sufre agudamente la perdida de todas las perspectivas La clase pensante de Europa y de los Estados Unidos se ha vuelto indiferente a la política y desconoce las enseñanzas de la historia (si es que la historia en general ofrece enseñanzas) debido al bienestar alcanzado gracias a la marginación histórica de los pueblos débiles. La experiencia parecería indicar que aquellos países que han pasado por un largo período de tranquilidad social y de satisfacción económica parecen perder interés por una existencia apasionada. Es en este sentido que este tipo de naciones pueden producir ensayos como este al que me referí sobre el fin de la historia. Pueblos que, como el suizo o el belga, se han adormecido en la molicie. Su ideal de vida es la seguridad personal. Han abandonado el ideal de toda gran empresa histórica. A estos ejemplos punzantes podría añadírsele, con ciertos matices, la sociedad de la Europa Occidental a la que acaba de entrar alegremente la madre España, olvidándose para siempre de aquellos a los que un día trató como hijos, abstraída de toda vicisitud, algo embriagada por esta dicha gastronómica y la recientísima conducta lúdica de su juventud. El destino de estos pueblos parecería ser el carecer de destino.

Pero Ud. no ha contestado a mi pregunta.


Estoy buscando hacerlo. Tenga en cuenta que desde hace medio siglo lo único que hemos escuchado es el conflicto de la guerra fría entre uno y el otro. Ahora bien, el Otro ha cesado. Y el Uno se considera triunfador. Se trata de un grave error óptico e histórico. Vamos a los hechos: no solo ha concluido el sistema stalinista de opresión policial en nombre de la dictadura del proletariado, cosa de la que he tenido oportunidad de opinar no solo ahora sino desde mi juventud. Tenga en cuenta que soy el autor del único libro que se ha escrito sobre la historia del stalinismo en América Latina, donde al mismo tiempo hago una evaluación de los orígenes del stalinismo en la Unión Soviética. Y le diré que no es un libro nuevo, se publicó en 1962, hace casi treinta años.

Aunque tiene una edición reciente.


Si, es la tercera. Es fácil comprender, en consecuencia, que los acontecimientos de la Unión Soviética no me toman por sorpresa. Permítame agregar algo importante: la base de crecimiento y acumulación capitalista desde la crisis de1930 hasta la Perestroika, fue la carrera armamentista. Roosvelt salió penosamente de la crisis mediante la conversión del aparato industrial hacia la producción de guerra, primero como arsenal de Inglaterra y luego para sostener sus propios ejércitos en los campos de batalla. Concluida la guerra con su tenebroso saldo de cincuenta millones de muertos, la guerra fría apareció en el horizonte como la formula salvadora para mantener y extender el “complejo militar industrial” que el presidente Eisenhower consideró una amenaza a las decisiones del propio gobierno norteamericano. La famosa “revolución científico-técnica”, de la cual han brotado tantas maravillas de la vida moderna, no habría sido posible si en los últimos cincuenta años Estados Unidos no se hubiera convertido en una formidable fortaleza militar. Como auxiliares motores del gran estímulo suscitado por el poderío de la Unión Soviética, Estados Unidos probó sus armas en guerras sangrientas aunque secundarias: en Corea y Vietnam. Hasta hace poco tiempo, el setenta por ciento de los ingenieros norteamericanos trabajaban en fábricas vinculadas a los contratos para la Secretaría de Defensa. Algo espectacular ha ocurrido: el gran enemigo ha desaparecido de la escena. Las guerritas de baja intensidad en las márgenes coloniales del mundo civilizado no han sido ni serán suficientes para mantener en actividad al coloso armado hasta los dientes. ¿Será capaz el capitalismo norteamericano de convertir su sistema productivo de alta eficiencia en una competencia pacifica con sus dos grandes e inesperados adversarios, Japón y Alemania?. Los hechos hablarán por si solos. En lo que a la Unión Soviética se refiere, es indudable que ha desaparecido el control policial, han hecho su aparición todas las fuerzas reaccionarias que, con o sin policía secreta, aspiran a instaurar el capitalismo, despojar a los trabajadores soviéticos de las conquistas sociales y de las ventajas de la economía estatizada (sin la cual, y a pesar del burocratismo stalinista, Rusia y los otros países heredados del zarismo, serían hoy un territorio rural primitivo). Para terminar, de aquella Rusia imperial, analfabeta y bárbara de los Romanoff, poco a nada queda ya. Con un esfuerzo inaudito, el sufrido pueblo soviético ha logrado formar millones de físicos, biólogos, escritores, poetas, ingenieros y astronautas. Son el resultado del sufrimiento de varias generaciones. La burocracia stalinista, mediante Gorbachov, intentó una política de auto regeneración del poder, que aspiraba a controlar desde arriba. Pero la caldera había llegado al límite. El stalinismo ya era incompatible con el desarrollo industrial, científico y cultural de los pueblos soviéticos. La monstruosa herencia ideológica del stalinismo ha privado a los soviéticos de un debate digno de la crisis que atraviesan. Hoy libran su lucha, mas bien sordamente, las dos grandes tendencias que existieron en la URSS desde el comienzo: aquella que procura establecer el capitalismo y otra que procura mantener y purificar la tradición socialista de las primeras jornadas revolucionarias. El tiempo dirá cual de ellas triunfará en definitiva y cuales serán sus jefes, hoy desconocidos. Y el tiempo también permitirá que las nociones de socialismo, comunismo, marxismo y nacionalismo, en todas sus múltiples variantes, sean redefinidas a la luz de la vida real, de la historia concreta, sin gendarmes tutelares, falsificadores de la historia, ni envenenadores públicos.

Fecha: Octubre 1991
*Entrevista publicada en La Patria Grande Año X – Segunda Época – N° 54

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