Sobre JAR y la Historia de la Nación Latinoamericana

13/01/2011.Por Jorge Coscia

La presentación de Historia de la Nación Latinoamericana, de Jorge Abelardo Ramos, al público del Brasil, es el cumplimiento de un objetivo muchos años postergado y que, por fin, puede hacerse realidad.
Pertenezco a una generación argentina que encontró en esta obra –así como en la intensa actividad política y literaria de su autor- el sentido y la explicación de este continente y de los más de quinientos años de lucha, a veces victoriosa y a veces aciaga, por la soberanía, la libertad, la dignidad y el bienestar de nuestros pueblos.
Descubrir, a los veinte años, la naturaleza continental de nuestras guerras por la Independencia, la unidad que brotaba de nuestro pasado y se proyectaba necesariamente en nuestro porvenir, el gran proyecto de San Martín, Bolívar, O’Higgins, Artigas y Abreu de Lima quebrado en decenas de fragmentos insignificantes, fue un acontecimiento espiritual que selló para siempre nuestro pensamiento y nuestro compromiso político. Aprendimos, en el momento de iniciar nuestro ingreso en la política, que el principal objetivo de esta actividad debía ser la restauración, en las condiciones de nuestra época, de aquella unidad perdida después de la batalla de Ayacucho.
En este libro, mi generación comenzó a comprender, desde la Argentina, la historia y las particularidades de nuestro vecino, el Brasil que, contra lo que había ocurrido en el resto del continente, no había sufrido el flagelo de la balcanización. Lejos de ello, había mantenido una singular unidad estatal, no exenta de guerras civiles, que se hizo cargo de su extenso territorio.
La idea central expresada desde el mismo título es que Latinoamérica es una nación, en el mismo sentido que Fichte hablaba de la Nación Alemana o Napoleón de la Nación Francesa. Ello implica que cada uno de nuestros pequeños países –en comparación con el gigantesco proyecto- son piezas de un enorme mosaico que ya hemos empezado a construir. El Brasil y la Argentina constituyen, en el pensamiento geopolítico de Juan Domingo Perón y en el proyecto trunco de Getulio Vargas, la piedra angular capaz de sostener el conjunto del edificio. La América española y la América lusitana son, en cierto sentido, los herederos del pensamiento de aquel Conde Duque de Olivares que durante más de sesenta años sostuvo la unidad de la península ibérica y, por ende, del Nuevo Mundo.
Han tenido que pasar más de cuarenta años para que la obra de Jorge Abelardo Ramos, de ventas masivas en la Argentina de los años ’70, llegase a la tierra del Barón do Río Branco, de la misma manera en que la obra y el pensamiento de Darcy Ribeiro, Helio Jaguaribe o Luiz Alberto Muñiz Bandeira recién en los últimos años han comenzado a cruzar la endeble barrera que separa al portugués del español.
Y ello ha sido posible porque, por fortuna y por obra de nuestros pueblos, muchas de las ideas planteadas en este libro han comenzado a hacerse realidad. El Mercosur y la Unasur han iniciado un despliegue de su potencialidad integradora. Por primera vez, desde los tiempos de la Gran Colombia, los suramericanos nos estamos dando estructuras políticas y económicas autónomas, sin que la presencia de los EE.UU. interfiera en nuestras decisiones soberanas.
Si el Centenario argentino, en 1910, fue la apoteosis de nuestra fragmentación y debilidad, el Bicentenario de nuestra Revolución de Mayo es el reinicio de esa unidad perdida. Esta Historia de la Nación Latinoamericana nos da claves esenciales para fortalecer y consolidar este proceso, que debe ser irreversible. La sobrevivencia de nuestros pueblos, de nuestra singular cultura conformada por aportes de todos los rincones del mundo, de nuestras materias primas y de nuestros trabajadores industriales, es lo que está en juego. Jorge Abelardo Ramos lo supo ver hace cuarenta años y, con seguridad, esta visión ayudará a nuestro mutuo entendimiento y colaboración.

Buenos Aires, 13 de enero de 2011
Jorge Coscia
Secretario de Cultura de la Nación

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