El nombre de Ramos esta indeleblemente inscripto en la historia de la izquierda argentina.

Por Ernesto Laclau

Publicado en la Revista Ñ

25/09/2004

El marco teórico-político de referencia de Ramos es la tradición leninista y hay un aspecto de esa tradición que fue para él decisivo: la consideración de los fenómenos del desarrollo desigual y combinado y el modo en que ella se reflejó en la crítica al socialismo “etapista” de la Segunda Internacional. De acuerdo a este último, el epicentro de la transformación político-social en los países en vías de desarrollo era la revolución democrático-burguesa contra el feudalismo y sus versiones adláteres. En la Argentina, el socialismo de Juan B. Justo era la expresión acabada de esta visión evolucionista. El leninismo había roto con esta visión gradualista. ¿Qué ocurría si la burguesía era demasiado débil para llevar a cabo su propia revolución democrática? La idea trotskysta de una “revolución permanente” era la expresión más acabada de esta lectura: la revolución democrática debía iniciarse bajo banderas burguesas, pero sólo podía consolidarse bajo un liderazgo socialista.

Este fue el punto de partida de Ramos, que lo llevó a una relectura profundamente original del proceso político argentino. El liberalismo político, lejos de ser en la Argentina la expresión de una burguesía en proceso de ruptura con el Antiguo Régimen, era la forma política de la dominación oligárquica. Frente a él, las formas de la revolución democrática tenían que ser necesariamente anómalas respecto a los esquemas clásicos: ellas se expresaban a través del nacionalismo militar aliado, en el caso argentino, a la fuerza de los sindicatos. Todo esto hoy es moneda corriente en la interpretación histórica, pero es preciso volver a los 40, para advertir la originalidad de la intervención teórica de Ramos y el coraje político para nadar contra la corriente y dar apoyo crítico al peronismo. El equilibrio teórico que intentaba se componía de una interpretación del peronismo como revolución democrática y de la afirmación de la perspectiva socialista en de la revolución nacional.

Toda esta perspectiva nueva de la naturaleza de los políticos y de la significación de sus ideologías se tradujo en una visión global de la historia argentina que puso en cuestión los fundamentos interpretativos del liberalismo mitrista. Nuevamente, hoy día muchas de las tesis de Ramos han pasado a ser generalmente aceptadas, pero es necesario remontarse en el tiempo para ver la originalidad profunda que este enfoque implicaba en su formulación originaria. No es exagerado afirmar que “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” fue el libro político más influyente de mi generación.

Yo colaboré políticamente con Ramos durante cinco años. Después tuve mis disidencias y en 1968 dejé el partido que él había fundado. Estos desacuerdos se vinculaban, al momento de mi ruptura, con la viabilidad de un partido separado del peronismo y, más en general, con la universalidad que Ramos atribuía a la formación del partido como modo de mediación política, pero después de mi partida los desacuerdos hubieran sido más profundos (yo no hubiera apoyado su acercamiento al menemismo). Pocos meses antes de su muerte me envió a Londres uno de sus libros, con una dedicatoria sumamente afectuosa. Habíamos quedado en encontrarnos, pero poco antes de mi viaje a Buenos Aires él falleció. Nos queda, en todo caso, el recuerdo de un hombre admirable, cuyo nombre está indeleblemente inscripto en la historia de la izquierda argentina.

(*) Politólogo

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