¿Por qué razón los Collas de la Puna deben financiar conciertos de Brahms en Buenos Aires?

Por Jorge Abelardo Ramos

El libro “El desafío federal” de los doctores Domingo F. Cavallo y Juan A. Zapata, el primero de ellos cordobés y el otro mendocino y ambos pertenecientes a la Fundación Mediterránea, contiene sorprendentes revelaciones. Es una edición de la Editorial Sudamericana, publicada en 1986 y que no ha merecido de la prensa especializada, ni de la prensa en general, tan indiferente a las cosas esenciales, la repercusión merecida. Aclaremos que la Fundación Mediterránea es un centro de estudios financiado por diversos sectores de empresarios industriales de Córdoba, que se dedica desde hace varios años a investigaciones económicas destinadas a defender los intereses de los industriales del Interior. Sabemos que en los países semicoloniales la burguesía nacional no es precisamente la clase dominante. Por el contrario ni siquiera es una clase con conciencia de sí misma. Se encuentra dispersa, o reducida a la acción de núcleos aislados. Generalmente ni siquiera dispone de prensa propia. Siempre a la defensiva, ocasionalmente está próxi­ma al poder, pero raras veces influye en él de manera decisiva.

Por regla general, debe realizar una especie de “lobby” (para emplear un vocablo anglosajón usual) a fin de hacer presente en las alturas del poder alguna de sus aspiraciones sectoriales. Una de las características del frágil capitalismo semicolonial, es que no pocos industriales son “liberales” o sea que piensan contra sí mismos. El grupo de empresarios agrupados en la Fundación Mediterránea ha confiado a varios economistas y técnicos, entre los cuales figura de manera prominente el Dr. Caval lo, la tarea de realizar investigacio­nes que de algún modo procuren dar alguna respuesta a los acuciantes problemas que sufre un país tan rico como la Argentina, asombrosamente empobrecido por el régimen social que padece.

Se sabe que el Dr. Cavallo, autor de este libro, lo mismo que el Dr. Zapata, han recibido una formación “neoclásica” , para decirlo de algún modo.
Mientras que el Dr. Cavallo es egresado de la Universidad de Harvard, el Dr. Zapata lo es de la Universidad de Chicago, ciudad que desde los tiempos del Dr. Friedman y del Dr. Capone, goza de mala fama.
De modo que ambos autores no pueden ser catalogados como partidarios del “nacionalismo industrial” o del “proteccionismo” sino como “teóricos neutros”. Si es que esta definición posee algún sentido no hay duda que añade valor a los sugestivos hallazgos de Cavallo y Zapata.
El retroceso del pensamiento económico y político ha sido profundo en la Argentina desde la caída de Perón en el 55. Hasta los peronistas se han olvidado de los preceptos esenciales para que el crecimiento autocentrado de un país marginal de los grandes centros imperialistas, sea política y teóricamente esclarecido. De modo que nos encontramos con que economistas que podían ser situados más bien próximos al sector liberal o neoliberal, se encuentran contratados por industriales vinculados al mercado interno, radicados en Córdoba y en algunos casos en Salta. Esta aparente contradicción se resuelve porque los hombres de la Fundación Mediterránea, puestos a indagar algunos de los problemas argentinos, entre los que se cuenta la inequitativa distribución de los recursos nacionales en las distintas regiones del país, han encontrado cosas de muy alto interés, más allá de toda teoría o de todo prejuicio ideológico.

Señalaremos desde ya, que esta investigación, de la que se hace eco el libro de los doctores Cavallo y Zapata, está dirigida a poner de manifiesto hasta qué punto los intereses porteños del famoso gran puerto, desde los tiempos de la Revolución de Mayo hasta hoy, han prevalecido sobre el desarrollo de las restantes provin­cias, llamadas pobres, o, en otro sentido, de las “provincias históricas”.

Esto merece un análisis más extenso. Por ahora nos limitaremos a señalar que el libro que comentamos informa que el 78% del territorio nacional alberga sólo al 34% de la población; aporta apenas el 26 por ciento del Producto Bruto Nacional; recepta el 24% de los depósitos bancarios y en esa región inmensa se distribuye sólo el 10% de los créditos nacionales.

Nos dice también que en la economía del Interior predomina la actividad primaria. Para ilustrar la monstruosa desproporción entre la riqueza, población y recursos de la Capital Federal respecto del Interior, se establecen comparaciones de algunos indicadores económicos. Por ejemplo, los automóviles y los telé­fonos. Son los siguientes: mientras que la Capital Federal cuenta con 25 automóviles por cada 100 habitantes, Catamarca sólo cuenta por el mismo número de habitantes, con 4 automóviles; Corrientes con 5; Chaco con 3; Formosa con 4; Jujuy con 4; Misiones con 5; Salta con 5; y Santiago del Estero con 2 automó­viles.

Al mismo tiempo, en tanto la Capital Federal cuenta con 33 teléfonos cada 100 habitantes, sólo hay 8 en Catamarca, 6 teléfo­nos en Chaco, 6 en Formosa y Jujuy, 6 en Misiones, 6 en Santa Cruz.

En materia de necesidades básicas insatisfechas por jurisdic­ción, el libro que reseñamos menciona el porcentaje de hogares en los distintos lugares del país, que sufren problemas de hacinamiento. Solamente el 2% tiene niveles críticos en la Capital Federal. En tanto en el Chaco es el 21%, en Formosa el 26%, en Salta el 19%, en Santiago del Estero el 20%, en Tucumán el 19%.

Los autores rechazan con acierto la versión habitual de que el déficit del transporte de ferrocarriles se funda en el subsidio otorgado a este sistema de transportes y que beneficiaría al interior. Demuestran que no es así. Sostienen en primer lugar que el “grueso del déficit se origina en el servicio de pasajeros del Gran Buenos Aires, beneficiando a los usuarios de aquella ciudad”.

Al analizar los costos y tarifas del gas natural por regiones, los autores descubren que en materia de consumo doméstico y otros consumos, la región del litoral se ve beneficiada en relación a las restantes regiones del país por un subsidio implícito del 47%. En otras palabras, la región del Litoral paga el gas natural o dirigido a otros consumos, impuestos implícitos en las tarifas que pagan en exceso otras provincias. Por ejemplo, Jujuy y Salta pagan un impuesto implícito expresado en términos de tarifas telefónicas del 41%. Lo mismo ocurre con el Alto Valle de Río Negro, que paga un 35% de impuesto implícito y Tucumán lo hace con un 27% de recargo. Por el contrario, la Capital Federal y el Gran Buenos Aires tienen una tarifa neutra.

Sin embargo, el aporte más interesante del libro consiste en demostrar con números a la vista, que los gastos nacionales para atender necesidades locales están irregularmente distribuidos en el país. Mientras que las provincias, con sus propios recursos, deben atender los rubros de Justicia, Seguridad, Salud, Cultura y Educa­ción, Ciencia y Técnica y Bienestar Social, la Capital Federal afronta estas necesidades de su población con aportes provenien­tes de los recursos nacionales, es decir, aquellos proporcionados por el conjunto de la capacidad tributaria de las provincias. Así es como las provincias más pobres derivan, a través del tesoro nacional, parte de sus escasos ingresos para pagar servicios que la Capital Federal, es decir sus habitantes, usan, pero no pagan.

En declaraciones recientes, el Dr. Cavallo, ha señalado que esos recursos no tributados por la Capital Federal, para atender un alto nivel de exigencias para su adecuado funcionamiento, llega a la cantidad de 800 millones de dólares anuales.

En otras palabras, según la obra que reseñamos, la Nación atiende directamente muchas necesidades de los habitantes de la Capital Federal.
Citamos a los autores:
“En el año 1983 la Capital Federal obtuvo casi el 15% de los fondos (nacionales) cuando sólo le /rubiera correspondido el 7,1% según la distribución equitativa. Medido en términos abso­lutos, el subsidio a la Capital Federal ascendió a 356 millones de australes (de setiembre de 1985). Este monto superó a los recursos propios que la Capital Federal tuvo ese año, de tal forma, que si hubiera tenido que atender las necesidades locales con recursos propios, debería haber duplicado sus impuestos”. .

La Nación gastaba en 1983 para atender en la Capital Federal la educación elemental, 15 veces mas que en el resto del país.
Con tales datos, se comprende muy bien la subsistencia del conservatismo político y social de la mayoría de los porteños. Es un fenómeno que arranca desde la Revolución de Mayo hasta nuestros días. No es difícil entender a la luz de estas cifras que Yrigoyen y Perón hayan triunfado electoralmente en todo el país, menos en la Capital Federal. Por idéntica causa, el libro ilumina, sin proponérselo los autores, esa persistente y extraña articulación entre mitrismo, izquierdismo y liberalismo que brota espontánea-mente en la gran ciudad portuaria para enfrentar a la Patria, cada vez que un temblor heroico pone de pie al pueblo argentino.
Se trata como se ve, de un libro tan valioso como poco comen­tado. Sus autores, sin embargo, omiten el marco histórico y político de esta inequidad que perjudica a las provincias y beneficia a la gran ciudad puerto. No vacilan en descalificar a aquellos que atribuyen el “fracaso económico argentino” a intereses foráneos. Sin mencionar nunca la palabra “imperialismo”, acusan a todos aquellos que intentan explicar en términos histórico-políticos la posición semicolonial que la Argentina tiene en el mundo, de ser partidarios de un “escapisrno fácil”. Ni siquiera los autores, tan talentosos y eficientes en su oficio, pueden percibir, bajo la formidable presión cultural de las grandes potencias, el sistema expoliador del imperialismo mundial. )es ese sistema el que mantiene al Tercer Mundo, con sus aliados internos, en su trágica postración.

JAR

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