FABRICANTES DE FANTASMAS

Se Distrae a la Opinión Yanqui para Ocultar Fines Bélicos de los “Trusts”

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

ROMA.- El axioma de que el comunismo prospera solamente en los países donde no reina una auténtica justicia social es válido en todas partes, menos en Norteamérica. Allí no existe esa justicia.  Pero tampoco prospera el comunismo. La explicación hay que buscarla por el lado de la mentalidad del pueblo yanqui, moldeada hace mucho tiempo por la magia todopoderosa de la propaganda, allí llevada a extremos de increíble eficacia.

El pueblo norteamericano piensa y reacciona por lo que dicen los diarios, la radio, la televisión y el cine. Y todos estos medios de difusión están en manos del capitalismo, que hace creer al  pueblo yanqui cualquier cosa, incluso que el capitalismo es el mejor sistema para él.  Por otra parte, aun  los obreros son, en los países imperialistas en cierto modo proimperialistas. Se dan, pues,  muchas razones para que el comunismo no prospere en Norteamérica, aunque no haya justicia social.

Por eso, por no existir verdadero peligro comunista en Norteamérica, es más asombrosa la violenta  campaña “anticomunista” que  allí se ha desatado.  Es difícil de  imaginar para un observador no estadounidense la atmósfera de persecución que se vive en la “democracia del Norte”.  Digamos en dos  palabras que la ofensiva desatada contra el “comunismo” norteamericano se funda simplemente en intereses económicos y políticos.

No se lleva a cabo para conjurar un peligro material que amenaza a las instituciones de ese país: por el contrarío, la campaña anticomunista permite a sus  promotores preparar el terreno para la destrucción de esas Instituciones jurídicas “democráticas” que permitieron en cierto período histórico el desarrollo de Estados Unidos. Si el primer  paso es dado hacia el partido Comunista, cuyos 25.000 miembros no pesan en ningún sector de la sociedad norteamericana, el segundo será aplicado a los sindicatos obreros, a menos que sus dirigentes aten de pies y manos a los trabajadores. El fantasma comunista lo agita una minoría de demócratas y la mayoría de los republicanos como argumento electoral. Nadie, ni el senador Mac Carthy, ni el senador Mac Carran, cree en lo que afirma. Pero de todos les rasgos terroristas que ofrece el desarrollo de la campaña se puede advertir que Estados Unidos se encamina rápidamente hacia un Estado totalitario, que aprieta muy fuerte sus tornillos para una guerra inevitable, querida  por los “trusts” que lo manejan todo allí. La democracia tradicional americana, tal cuata figura en los textos, agoniza.

Incluso la entrada o salida de ciudadanos norteamericanos y extranjeros en Estados Unidos está sujeta a un control policiaco estricto, que con frecuencia deja en ridículo a sus censores y perjudica políticamente al gobierno.

 En su frenética preparación para la guerra, el  imperialismo norteamericano declara prácticamente abolidas aquellas libertades clásicas que constituyeron el ambiente natural de la libre concurrencia y cuya supresión violenta reprochan a los estados comunistas y precomunistas de la Europa Oriental.  De la Comisión Mac Carthy se pasa  ahora a la Comisión del senador Mc Carran que somete a sus encuestas a los empleados y funcionarios norteamericanos y extranjeros que trabajan en las Naciones Unidas.  Un sistema de acusación y de delación, de expiación y de condenas recorre el país entero. Cada sospechoso debe declarar si alguna vez, en 1923 ó en 1931, compró un libro comunista o tomó café con el hermano de un simpatizante comunista. El racismo anti-negro y la pureza globular de los judíos se enriquece hoy en Estados Unidos con el árbol genealógico  de las ideas políticas de sus ciudadanos.   Este póstumo triunfo de Hitler hará sonreír a los condenados de Nuremberg. La lucha contra el “comunismo” en definitiva, es una maniobra diversionista, en la escena interior, para ocultar a la opinión pública norteamericana los verdaderos fines de guerra de los trusts.

Artículo publicado en el diario Democracia

Edición del  Jueves 30 de Octubre de 1952 Pág. 1

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