LAS MAQUINAS TAMBIEN “COMEN”

Nuevo Slogan del Tío Sam: Dejad que las Materias Primas Vengan a Mí

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS- Las materias primas juegan en la política mundial un importante papel. Sus reservas son objeto de agrias disputas, que  a veces se resuelven  por medios militares, y toda una red de intrigas se teje sobre las zonas privilegiadas. Corresponde a Estados Unidos, por su influencia actual, ejercer, o intentar ejercer,  un control efectivo sobre las fuentes que  alimentan su industria colosal.

Sin embargo, los acontecimientos contemporáneos han dictado su propia distribución de las fuerzas. En el momento presente, la cuarta  parte del globo, con inmensas reservas de materias primas, están  bajo el dominio soviético o procomunista. Fuera de ese círculo,  Estados Unidos,  con el 6  por ciento de la superficie terrestre y el 6  por ciento de la  población mundial, consume más de la mitad de las materias primas producidas en el mundo. Se  calcula que en los próximos 25 años, el consumo norteamericano de materias primas Se elevará en un 50 por ciento.  Actualmente se observa la tendencia norteamericana  a controlar políticamente las  fuentes esenciales de materias primas, con todos los problemas  estratégicos implicados. La producción de materias primas crece a un ritmo mucho más lento que su consumo.

Es más simple construir fábricas nuevas que aumentar la producción de carbón, de caucho o de hierro. Ésta carrera norteamericana hacia nuevos índices de producción industrial y, por consiguiente, hacia la fiscalización de las  materias primas, amenaza no solamente la soberanía política de los países atrasados, sino también la propia estabilidad de sus  grandes socios europeos, apoyados secularmente sobre las reservas coloniales para su industria. Europa se ve enfrentada al dilema de otorgar la independencia política a sus colonias, lo que les permitiría manejar y orientar la corriente de sus exportaciones, como fue el caso de India o Indonesia.   También puede apelar a mantener  su control a sangre y fuego, pero según, lo indica el ejemplo de Indochina y Malasia, los costos de una guerra colonialista exceden las ganancias derivadas de las exportaciones codiciadas por los civilizadores. El impulso de Estados  Unidos hacia las fuentes de materias primas que alimentan su máquina bélica, origina asimismo un ascenso de los precios de estos productos críticos en el mercado mundial, problema suplementario que se les presenta a las naciones imperialistas de una Europa agotada y que incide sobre lo carestía de los productos europeos.  La creciente política  nacionalista de las naciones latinoamericanas o asiáticas no solo golpea a  Estados Unidos, sino que  también hiere gravemente los ingresos del capital financiero de Europa.  En tipo de ayuda que Estados Unidos presta a las naciones “menos desarrolladas”, por otra parte,   no estimula el crecimiento de la economía en su conjunto, si no que fortalece las oligarquías dominantes (como en Filipinas), construye carreteras estratégicas para que circulen tanques y “Cadillacs” y propulsa monstruosamente la  producción del articulo exigido por lo industria yanqui. El estado de crisis social quo esta origina, piensan los europeos más perspicaces, proporciona cimientos de arena al imperio soñado por Wall Street. La batalla de las materias primas, nutridas de escaramuzas  interiores entre las occidentales y de la indignación del mundo colonial,  abre un abismo en los pies del nuevo  Moloch.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Sábado 11 de Octubre de 1952 (pág. 1)

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