“CARLITOS COMUNISTA”

La Risa Amarga de Chaplin Produce Alarma en los Estados Unidos

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS.-         Es cierto, quizás el fiscal de Estados  Unidos  tenga razón. Carlitos,  amenaza la seguridad del Estado.  Parece que uno de los lujos norteamericanos va a desaparecer en la gran casa de brujas de nuestros días.  ¿El mito tragicómico de Chaplin se extingue?  Por lo menos, lo cómico tiende a disolverse en lo trágico. Un buen tema para desarrollar en el universo estético de los norteamericanos de hoy.  Hace muchos años un inmigrante vestido de harapos, emergido del “ghetto” londinense, viajaba con otros inmigrantes a bordo de un barco. La Estatua de la Libertad, que los ingenuos descendientes del marqués de Lafayette donaron a los colonizadores del Oeste, desnudaba su antorcha en el horizonte. Apiñados en la cubierta sucia, los Pobres europeos descubrían América, pero ya estaba ocupada por otros. Chaplin vagó por las arenas de circos húmedos —jamás olvidó el olor a aserrín y a jaula. El hambre habitual lo siguió en sus  aventuras de “music-hall” y el cine mudo lo mezcló casualmente en sus pastiches iníciales. De tal modo se fue transformando, mucho antes de adquirir conciencia de su poder, en el gran satírico de nuestro tiempo. Estados Unidos le ofreció materia prima en abundancia. La furia ciega del dinero, las pequeñas almas pisoteadas por las cajas registradoras, la marcha despiadada del capitalismo hacia su botín y las iglesias protestantes con sus delgadas señoritas ascéticas, la policía y los ladrones, los banqueros borrachos y los niños abandonados, las dulces heroínas del arroyo y el simple ser humano que él mismo encarnaba —toda esa tragedia pasó entre las risas huracanadas de dos generaciones.

 De “Luces de la ciudad” —que aun era el viejo Chaplin— pasó en 1936 a “Tiempos Modernos”. Un nuevo creador aparecía, irritado, de un lirismo rabioso. Sin embargo, era el poema rebelde del artista antiguo,  que ya no podía satirizar el país de las oportunidades en la esfera puramente individual. “Tiempos Modernos” se produjo mientras la más profunda crisis de la historia sacudía a Estados Unidos. Los problemas subjetivos se fundían en ese momento y para siempre en la tragedia colectiva. Así nació la épica obscura,  desespreada[1] y hasta cierto punto arrogante de un Chaplin como juez de la sociedad norteamericana. También nacía su fama de “comunista” que los senadores con habano forjaron en las gerencias de las corporaciones.  Pues debe saberse que la gloria de Chaplin no proviene de Estados Unidos, sino de Europa y del resto del Mundo. Desde Picasso hasta René Clair, desde Bernard Shaw hasta el italiano Vittorio De Sicca declararon su admiración por el arte y la significación contemporánea de Chaplin. Es precisamente en Estados Unidos que se tienen menos posibilidades de ver las obras de Chaplin, bloqueadas por los circuitos de las salas cinematográficas, por la propaganda periodística, y por el terror estético e ideológico desatad por el imperialismo. En Estados Unidos se linchan negros y se excluyen judíos desde mucho antes de la aparición  de Hitler. Los libros están bajo el “index”, el periodismo y todas las formas de expresión también. ¡No tienen nada que aprender para la hora del Talón de Hierro! El caso Chaplin diseña mejor el cuadro. Quizás el fiscal tenga razón. La amarga risa de Chaplin resulta ya peligrosa.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Jueves, 4 de Octubre de 1952 (pág. 1)


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