POLITICA SIN COMPROMISO

Austria Es la Máscara Formal de la Ingeniería Rusa en Europa

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS.- Austria es parte de la Cortina de Hierro, tanto como de la otra cortina.  En Viena existe un gobierno legal, cuya imprecisa soberanía termina en ciertas zonas y en ciertos barrios.  El secuestro de opositores políticos de cualquier tendencia anti- stalinista es cosa frecuenta en esa capital. A la atmósfera frívola de los “samos[1]” de 1900 ha sucedido la Viena 1952: patrullas armadas, almacenes soviéticos, tráfico de pasaportes o drogas.  Viena es la capital hoy de “El Tercer Hombre”.  Sus problemas y los de toda Austria están profundamente ligados a la solución (o explosión) de las diferencias entre el  Este y el Oeste.  Para la burocracia soviética, Austria es en cierta medida parte de la vieja Alemania.  En tal carácter y usando la prerrogativa de la guerra, grandes fábricas e instalaciones industriales han sido confiscada, estatizadas bajo el control soviético o transformadas en cooperativas.

Esta extraña alianza entre el socialismo y la policía no ha hecho su aparición solamente en Austria.  Constituye la máscara formal de la intervención soviética en casi toda Europa, contradicción entre la economía y la política cuya solución solo es posible conjeturar.

En el caso austriaco, el problema no es fácil de resolver.  El gobierno de la URSS se niega a discutir un tratado de paz con Austria, pues en la actual relación de fuerzas una nación austriaca “soberana” sería un candidato inevitable para el pacto Atlántico.  Sobre esa perspectiva, los soviéticos prefieren dejar a Austria dividida y en punto muerto.  Para sus necesidades en la ONU, arguyen que el caso de Austria esta ligado a la solución del caso de Trieste, lo cual constituye una maniobra dilatoria.  Pero el gobierno austriaco insiste. Su ministro de Relaciones Exteriores, señor Figl ha viajado a Londres.  Se trata de llegar a un acuerdo con el gabinete británico para anular las deudas de guerra impuestas a Austria y que ascienden a varios millones de dólares pagaderos anualmente tanto a Gran Bretaña como a Francia. El canciller Figl ha sugerido que estos países renuncien a dicha indemnización siguiendo el ejemplo de Estados Unidos.  Al mismo tiempo el canciller de Austria realiza un intento de convencer al gobierno inglés para presionar a Moscú y determinarlo a revisar su posición.

Desde el punto de vista formal, al canciller no le falta razón: los soviéticos respaldan la confiscación de los vienes austriacos calificándolos de “bienes alemanes”.  El canciller afirma que no vale la pena definir que debe entenderse por “bienes alemanes” en un país anexado por Alemania.  Tanto el razonamiento soviético como el austriaco, por lo menos aluden la cuestión esencial.  El gobierno del kremlin teme llamar a las cosas por su nombre, designando como una reivindicación de guerra lo que constituye en realidad un acto subversivo a la propiedad individual.  Estos revolucionarios a pesar suyo son tan púdicos que temen perder prestigio ante la opinión occidental.  Tampoco el canciller austriaco se refiere claramente al problema de fondo.  De todos modos las discusiones en Londres o en las Naciones Unidas (adonde se propone Figl llevar el asunto) no resolverán nada. La política mundial en nuestros días se caracteriza por la ausencia de un terreno de compromiso.  Nada hay más peligroso.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Domingo 8 de Junio de 1952 Pág. 1


[1]  No se lee bien la palabra en el artículo.

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