LA TEMPESTAS RUGE SOBRE EL MUNDO

Preparado en la Guerra, Ridgway Va a Europa Como Guardián de la Paz

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS.- (Especial).- Gran sensación ha causado en Paris el nombramiento del general Matthew  B. Ridgway como reemplazante del general Eisenhower  en el comando supremo del ejército europeo.  Esto no ha ocurrido sin agrias luchas internas en el Pentágono y en el Estado Mayor del SHAPE en Europa. Ha triunfado el candidato del Pentágono y este triunfo reviste una simbólica significación.  Ridgway viene a Europa ornado con los sombríos laureles de una guerra de desgaste en Asia, cuya más estricta realidad, está ofrecida por la invasión del ejército norteamericano en una nación, alejada de sus fronteras y cuyos incidentes civiles, conciernen únicamente a sus habitantes.  Nada ni nadie podrá borrar este hecho esencial, que arroja una violenta luz sobre el criterio norteamericano acerca de la libre determinación de los pueblos.

Es justamente en Corea donde se han aplicado por primera vez, en un mortífero ensayo, las nuevas armas: desde el napalm  hasta  la táctica microbiana. Miles y miles de soldados norteamericanos han caído en ese lejano país y centenares de miles de coreanos sureños y norteños yacen en la tierra de nadie. Ridgway adquirió en Corea suficientes  títulos de “comandante en campaña” como para ganar el nombramiento de comandante supremo en Europa. Resultan irónicas, por lo tanto, las declaraciones reiteradas de Truman o Eisenhower relativas a la función pacifica de un ejército europeo.  El nuevo comandante, designado por sus proezas de guerra, constituye un curioso ejemplo de guardián de la paz.

Como telón de fondo, las conversaciones “de armisticio” en Corea continúan tejiendo y destejiendo sutilezas jurídicas, aceptando, rechazando, corrigiendo, puliendo y hastiando todas las formulas imaginables destinadas a postergar todo armisticio.

Los comunistas no quieren oír

El mariscal Slim declara en Londres que los aliados arrojaran “20 bombas atómicas por cada bomba arrojada por el enemigo”.  Este desafío no puede tranquilizar a nadie: ni a los ingleses ni a los soviéticos.  Si las bombas atómicas, hoy mas poderosas que las que arrojaron los norteamericanos en el Japón, se llegaran a manejar en una futura guerra con la misma prodigalidad en que actualmente se lanzan en las ofensivas verbales, no quedará gran cosa de este mundo.  La bandera norteamericana se plantaría sobre bastos cementerios.

Los hijos del kremlin, por su parte, en la medida que son redomados burócratas y que deben ofrecer su porción de opio a la clase trabajadora, entonan himnos litúrgicos que es una manera como cualquier otra de introducir la cabeza bajo la arena.  Con motivo de cumplir Maurice Thorez cincuenta y dos años, un gran acto público tuvo lugar en Paris.  Hubo cantos alusivos al natalicio y  a la línea política del partido comunista. No fueron cantos de guerra, como podría suponerse. Estos comunistas stalinistas  son de género idílico, por lo menos cuando no están en el poder. El texto del himno es el siguiente: “Tu eres generoso, lúcido, /siempre confías; / regresa… contigo por guía, / iremos a salvar la Paz; / allá, en la región de las minas / tu madre te espera también, / y grita con nosotros: “Stalin! / por haberlo salvado, gracias!” /  la juventud tenaz, oh Patria, te ha de liberar”. Etc., etc.  También hay un estribillo que dice: “Buena salud, buena salud, Maurice…”

Esto es todo, la tempestad ruge sobre el mundo, pero los comunistas se tapan los oídos y cantan.  El Kremlin realiza hoy los mismos esfuerzos para convencer a las potencias aliadas de su buena voluntad que los que ofreció a Hitler en 1933 y a Francia e Inglaterra en 1937.  El nombramiento de Ridgway como comandante supremo ofrece una respuesta a la conferencia económica de Moscú, lo mismo que las listas negras para comerciantes que negocien con el Este. La prensa europea advierte estas diferencias, pero suspira y sigue adelante.  Los comunistas organizan juegos florales por la paz.  No se detiene un diluvio con un paraguas.

Articulo publicado en el Diario Democracia

Edición del Lunes 12 de Mayo de 1952 (Pág. 1)

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