LA GUERRA DEL CAUCHO

Indochina Insume el Sustento de los Trabajadores Franceses

Por Victor Almagro

EXCLUSIVO

PARIS. (Especial).- la muerte del general Jean Lattré de Tassigny en una clínica de París reanuda en este país el debate sobre el significado y las perspectivas de la guerra en Indochina. Aun los políticos y periodistas  franceses que consideran justa esta guerra imperialista para perpetuar la dominación  de la Banca Franco-Indochina sobre un pueblo en armas están de acuerdo en criticar desde distintos ángulos el desarrollo de las operaciones.

La guerra es un desastre

El nombramiento del general Lattré de Tassigny  como comandante en jefe de las fuerzas francesas en el Vietnam inspiró en los círculos interesados la esperanza de una rápida militar sobre los vietmaneses rebeldes. Su designación fue simultánea con la promesa de Estados Unidos de proporcionar equipos militares en cantidad y calidad suficientes para terminar el conflicto. De este modo los norteamericanos demostraban su buena voluntad hacia los pueblos débiles.

Sin embargo, el desarrollo de la campaña demostró que no bastaban ni el “napalm” ni la eficiencia profesional del comandante en jefe para vencer al Vietnam.  La corte del emperador de cartón Bao-Dai solo proporcionaba gastos suplementarios, aunque ensombrecía con su corrupción todo el cuadro de la situación.

A esta altura de los acontecimientos y con la reciente muerte del general de Lattré, la prensa francesa vuelve a preguntarse: ¿Qué hacemos con Indochina?  Si la pregunta es fácil, la respuesta es más compleja.  La guerra del Vietnam se prolonga ya más que la segunda hecatombe mundial y no se le ve el fin.  Las operaciones cuestan a Francia mil millones de francos por día, en el mismo momento en que los obreros y trabajadores franceses deben vivir con un promedio de 23.000 francos por mes.  Miles de soldados mueren o caen heridos en la jungla o regresan como mutilados a la metrópoli.  La ayuda norteamericana no ha adquirido el volumen deseado por los círculos imperialistas de Paris, y para complicar la situación las fuerzas de Hochi-Minh se baten fieramente y obtienen victorias en algunos sectores o estabilizan los frentes en otros.  Los periodistas franceses acusan a la China de Mao-Tse-Tung de proporcionar técnicos y equipos a los ejércitos del Viet-Minh, al mismo tiempo que exhiben pruebas de que los rebeldes organizan depósitos de armas a los largo de la frontera china del Yunnan.

Los civilizadores se lamentan

A este melancólico cuadro debe agregarse que los franceses, que se consideran los portadores de los beneficios de la cultura occidental en Extremo Oriente, comentan con amargura que no puede distinguirse un indochino amigo a un indochino enemigo.  En realidad, Indochina, como todos los pueblos asiáticos, esta harta de la intervención extranjera y los movimientos nacionales actualmente en curso en las tres cuartas partes del planeta conducen inexorablemente a la expulsión de la influencia europea o norteamericana de sus territorios.

Los propios franceses reconocen abiertamente que Indochina es la “chef de voute” (clave de la bóveda) de Francia, aunque se cuidan generalmente de explicar al público que el caucho extraído de las selvas indochinas por las 15 plantaciones imperialistas proporcionan una gigantesca fuente de ganancias. A esto debe añadirse que operan en Indochina decenas de empresas de importación y exportación, que venden en ese mercado desde autos hasta lápices, desde perfumes hasta vinos.  Gran parte de la burguesía industrial y comercial de Francia esta profundamente interesada en que Indochina continué como una colonia explotable.

Tal es la esencia de la cuestión  y ese es el motivo por el cual mueren y luchan miles de hombres en el remoto país devastado.  Si se llama a las cosas por su nombre, la guerra de Indochina es la guerra  del caucho.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Jueves 21 de febrero de 1952 (Pág. 1)

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