AFRICA ERA INOCENTE

Agoniza el Poder Periférico del Colonialismo Francés

Por Victor Almagro

PARIS- Cuando André Gide viajó al Congo a deleitarse con el crepitar de los tambores y la herencia mítica de los bantúes, regresó horrorizado, Francia, como todos los imperios coloniales,  no había importado al continente africano los poemas de Verlaine, sino la explotación más despiadada.

            Las diferencias entre los métodos de los civilizadores franceses, británicos o belgas, eran simples diferencias lingüísticas.  El libro de André Gide no proporcionó al mundo una visión científica del problema de los países coloniales o semicoloniales, pero sirvió como un testimonio dramático contra los corifeos del imperialismo.

            Pierde iniciativa el imperio

            Desde que Hobson publicó a principios de siglo en Londres su estudio económico sobre el imperialismo han transcurrido cincuenta años, periodo que coincide con la crisis mortal de dicho sistema, Francia no ha podido soslayar esa agonía, que afecta a imperios más poderosos. El espectáculo de la desintegración Colonial de Gran Bretaña, la vieja reina de los mares, no es más que un movimiento reflejo de los espasmos que conmueven al régimen capitalista mundial: Bélgica, Holanda, Portugal, Estados Unidos, Inglaterra y Francia asisten por igual al desvanecimiento de su poderío periférico.  Pero la ruina de esos imperios sigue un ritmo desigual.

            En el caso de Francia, desde hace seis años, su antigua colonia de Indochina se ha levantado en armas contra la metrópoli y esa sangrienta guerra de emancipación nacional cuesta al pueblo francés 60 millones de pesos argentinos diarios. La resistencia de los malgaches en la isla de Madagascar, frente a las costas africanas, constituye, por otra parte, una cuestión crónica agitada por los desordenes callejeros, la prisión de los dirigentes nacionalistas y la extensión del odio insular contra la dominación francesa.

            Los intereses franceses representados por la Compañía Universal del Canal de Suez ya habían perdido toda su influencia política en Medio Oriente por la penetración británica en Egipto, y en la actualidad están en vísperas de desaparecer por la conclusión  del viejo contrato.  El protectorado francés sobre Siria fue abrogado después de la última guerra, perdiendo así el imperio toda iniciativa en el mosaico de los Estados Árabes.

            Marruecos en conmoción

            A fines del siglo pasado Francia encontró en sus juristas y estadígrafos los apropiados argumentos para extender su dominio político hacia el oeste de Argelia: abundantes maderas, substancias alimenticias, materias primas para la industria francesa.  Pese a la oposición alemana, que subsistió hasta 1911, Francia lanzó su aventura colonial sobre Marruecos, desembarcando en Casablanca en 1907.  La propaganda sobre la misión  “colonizadora” del Imperio queda demostrada por el simple hecho de que hasta 1927 solo se habían instalado 200 familias francesas sobre 710.000  hectáreas arrebatadas a los árabes.

            Los europeos se han establecido sobre todo en Casablanca, desde donde controlan y aprovechan la importación y exportación de los productos básicos del país sometido y de la distante metrópoli.  Francia se interesa sobre todo en la producción cerealista marroquí, obtenida en las grandes llanuras del oeste.  Los fosfatos constituyen asimismo un rubro muy importante de la exportación, aportando en la actualidad la mitad de la producción mundial.  En Argelia se extraen cerca de  un millón de toneladas de hierro. Tales son los hechos económicos  desnudos que tejen el fondo de la civilización francesa en Marruecos.

            Pero el poderoso movimiento nacionalista árabe hace vacilar las bases del imperio.  La anhelada ayuda del imperialismo yanqui, solicitada persistentemente por Francia, ha sido enviada bajo la forma de armas modernas, a cambio de bases estratégicas en África del Norte.  Será difícil, sin embargo, detener la ola nacionalista que se alza con ímpetu irresistible.

            Paris discute el problema colonial

            La Liga de los Estados Árabes en Paris ha realizado en estos días un acto en el Palais de la Mutualité.  La comida fue sobria y los discursos abundantes.  Salvo algún estudiante partidario del colonialismo, en el debate verificado en el final de la sesión hablaron, entre otros, una sufragista australiana en favor de la liberación de la mujer musulmana, trabajadores negros de África del Norte y obreros franceses partidarios de la independencia de los países coloniales.  Como correspondía al carácter francés, el debate fue apasionado y el secretario de la Liga Árabe- Azzam Bajá-  se vió obligado a enriquecer su argumentación frente a preguntas indiscretas, tales como: “¿Apoya la Liga Árabe todos los movimientos políticos de liberación nacional en cualquier latitud?” Pero el acto demostró irrefutablemente que el pueblo francés rechaza la guerra contra  Indochina  y la dominación de Francia en África.  Cuando el espíritu antiimperialista llega a una metrópoli están contadas las horas de un imperio.

Artículo publicado en el Diario Democracia

Edición del Lunes 28de Enero de 1952 (Pág. 1)

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